Hay cosas que por mucho tiempo que pase jamás olvidarás: tu primer beso, paseos con esa persona agarrados de la mano, tirarte al césped a dejar que la mente fluya bajo la luz de la luna y el cobijo de las estrellas y esa persona...
Son momentos únicos en los que todo lo que os rodea se convierte en nada, y quedáis simplemente los dos, juntos, abrazados, cerca el uno del otro, donde cada sonrisa va seguida de un beso cariñoso, carnoso, apasionado o tal vez más suave, pero único.
Entonces, cuando tus labios se acercan a los suyos, empiezas a notar su calor, el corazón te empieza a acelerar como si se te fuera a salir del pecho, vuestras narices chocan, entonces os miráis a los ojos, sonreís y os besáis; en ese momento cualquier gran problema se vuelve minúsculo, cada momento se vuelve único e inolvidable.
Te tumbas encima del pecho de él, comienza a acariciarte el pelo, la cara... a ti se te queda la mayor sonrisa de tonta del mundo, pero te encanta, y ahí es cuando te das cuenta de lo que realmente esa te persona importa, lo que te hace sentir cada segundo que estás con él, lo que sientes cuando le acaricias suavemente, cuando le besas, cuando vuestras miradas se quedan fijas el uno en el otro y sonreís, porque sí, porque os queréis, porque en ese momento la edad, la distancia... se convierten en un simple número más, porque lo único que importa es: TÚ y ÉL.
Por una mirada, un mundo;
por una sonrisa, un cielo;
por un beso… ¡Yo no sé
qué te diera por un beso!
Gustavo Adolfo Bécquer
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